DE LAS CARTAS DE PADRE PIO: MIRAR EL ROSTRO DE DIOS 

 

Escrito por: Fr. Guillermo Trauba OFMCap. 

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Muy Estimados Amigos de Padre Pío

¡Paz y bien!

¿Por qué pasa que cuando una persona decide hacer el bien y cambiar de su mala vida, le parece que le va peor que antes y con más tentaciones y nuevas caídas? Uno pensaría que Dios le ayudara más. ¿Dónde está Dios y su gracia a la persona que quiere arrepentirse?

Podemos suponer que la gracia de Dios ya está presente y es por eso por lo que se quiere arrepentir. Pero, aunque su mente o alma lo quiera, su cuerpo retiene la memoria de la mala conducta con todo de los placeres asociados. Hace falta educar a esa memoria. Además, al fijarse en el bien que quiere alcanzar, la persona frecuentemente rechaza y reprime el mal que quiere quitar sin que la herida causada por esta mal fuera transformada o sanada. Resulta que la carga negativa de su pecado se queda en la memoria y que su conversión sea incompleta porque no sabe cómo transformar esta emoción negativa que apoyaba su mala conducta; solamente lo tiene en cuarentena. Luego esta herida no sanada le vuelve a aparecer con mas fuerza en tentaciones repentinas y fuertes. Hace falta educar a la memoria por experiencias positivas y actos de fe.

Padre Pío entendía la preocupación exagerada por los pecados en sus hijas espirituales, y en particular la de las hermanas Campanile. Su respuesta consoladora a una de ellas se encuentra en su carta a ellas fechada el 18 de octubre de 1917:

Vive con humildad, con dulzura, y enamorada de nuestro Esposo celestial; y no te inquietes por no poder recordar todas tus pequeñas faltas para poderlas confesar. No, hija, no es oportuno afligirse por esto, porque, así como caes con frecuencia sin darte cuenta, del mismo modo, sin que te des cuenta, te levantas. Recuerda que, en el pasaje, sobre el que tantas veces hemos hablado, no se dice que el justo ve o se da cuenta de que cae siete veces al día, sino que cae siente veces al día y así como se cae siete veces, uno se levanta sin dedicarse a ello. No dejes, pues, que esto te inquiete; manifiesta con franqueza y humildad lo que recuerdes; y confíalo a la dulce misericordia de Dios, que pone su mano bajo aquéllos que caen sin malicia, para que no se hagan mal ni resulten heridos; y los levanta y anima tan rápidamente que no se dan cuenta de que han caído, porque la mano divina los ha recogido al caer; ni tampoco de que se ha levantado porque han sido alzados con tal rapidez que ni han podido pensar en ello.

Al parecer, los pecados de esa persona no fueron graves y Padre Pío le aconseja de tener confianza en la misericordia de Dios con un corazón sencillo. Su consejo presupone una actitud de humildad, dulzura y un estado de estar enamorada con el ‘Esposo celestial’. Con esta actitud la mala conducta se deshace por si sola interiormente porque ya no hay doblez en el corazón en donde puede esconderse la conducta desordenada. En su sencillez y sinceridad, su memoria ha sido educada por su fe y amor a Dios.

Aunque la misericordia de Dios es siempre disponible y más abundante que nuestros pecados, nuestra receptividad a esta gracia está condicionada por nuestras decisiones que hacemos al respecto. Nos ayuda mucho mantener la vista interior del alma en la belleza del rostro de Jesús en cuanto se puede y dejar que su belleza purifique el corazón y expulse los pecados. En esto, sencillamente estamos inducidos a escoger un bien mayor. Nos sorprenderá cuánto Dios nos ama, y esta sorpresa es muy sanadora. En gran parte es esta sorpresa que educa a nuestra memoria porque le impacta con una experiencia de sabiduría y de amor incondicional, en todo lo contrario a la maldad que se había guardado.

Aparte de las estrategias mencionadas arriba, si no se puede mantener la mirada interior así en el rostro de Jesús por la oscuridad causada por la culpa y heridas emocionales, mantente buscándolo por actos de fe. Estos actos de fe pueden ser jaculatorias breves, pero desde el corazón como de, ‘Jesús, en ti confío,’ o ‘mi Dios y mi todo’ o ‘un corazón humilde y contrito tú no lo desprecias’ etc.. También se puede hacer pequeñas mortificaciones, sacrificios y ofrendas de amor a Dios que sirven para purificar el alma y disponerla a ver el Rostro de Dios. Acuérdate de que Jesús nos sana por medio de nuestras heridas. Entonces, su sabiduría nos aconseja no borrar o cubrir las heridas, sino permitir que sean transformadoras de nuestra conversión y santidad. Esto Jesús logra en nosotros por medio de su amor, compasión y cercanía a nosotros precisamente en medio de nuestras heridas y peores momentos.

En resumen, notamos que Padre Pío le aconseja a su hija espiritual mantener la mirada interior en Dios y no en sus pecados. Esto aplica para nosotros también, con esta actitud de humildad, sinceridad y esperanza, en poco tiempo la paz se infiltrará en el alma y la luz de su faz nos iluminará en este camino que es siempre Jesús. Dios es benigno y presente; no nos decepciona ni nos abandona. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Su servidor en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino.