DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: DOCILIDAD A LA VOLUNTAD DE DIOS 

Escrito por: Fr. Guillermo Trauba OFMCap

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Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

¿Qué es ser contemplativo? A lo mejor, pensamos en los monjes o monjas en un monasterio, o tal vez de una persona sentada o arrodillada por horas en una capilla o en un lugar solitario. O, tal vez, de un místico como de san Juan de la Cruz, santa Teresa de Ávila o, por supuesto, de Padre Pío. No nos damos cuenta de que todos somos llamados a contemplar el rostro de Dios, sin intermediarios ni condiciones; de experimentar unión con Dios que es nuestra herencia como hijos e hijas de Dios. Esta sencillez y unión con Dios es la esencia de ser contemplativo.

Sin embargo, en la práctica, ser sencillo es muy complicado. Distracciones, miedos, apegos y perjuicios nos roban de la mirada interior a Dios en favor de cosas exteriores y de otras preocupaciones. Lo malo de esto es que, entonces, nos olvidamos de Dios y actuamos como si él no estuviera.

Una hija espiritual de Padre Pío, Herminia Gargani, era una maestra de niños, niños difíciles que le quitaron la paz. En su desesperación pidió el consejo de Padre Pío quien le respondió con consejos en cómo mantener la mirada en Jesús mientras atendía sus quehaceres. En efecto, le enseñó cómo adaptar una actitud contemplativa en medio de su ‘campo de batalla’. Sus consejos a ella están conservados en una carta a ella fechada el 11 de junio de 1918:

Hija mía, no seas condescendiente contigo misma: las madres tiernas echan a perder a sus hijos. No seas fácil para lamentarte y para llorar. No te maravilles de esas dificultades y violencias, que con tanto sufrimiento manifiestas; no, hijita, no te maravilles; Dios las permite para hacerte humilde con la verdadera humildad, abyecta y vil a tus ojos. En esto no se debe combatir de otro modo que no sea deseando a Dios, haciendo que el espíritu vaya pasando de las creaturas al Creador, y con continuos anhelos de la santísima humildad y simplicidad de corazón. Sé buena con el prójimo y no te dejes llevar por los impulsos de cólera; en esos momentos repite con mucha frecuencia estas palabras del Maestro: “Yo amo a estos prójimos, Padre eterno, porque Tú los amas”, y tú me los has dado por hermanos, y quieres que, como tú los amas, así los ame yo. Y ama más todavía a estas niñas, tus discípulas, con las cuales la mano misma de la providencia divina te ha acompañado y unido con una unión celestial.

Y no te extrañes ante los arrebatos de impaciencia que acostumbras a tener, porque en ellos no habrá culpa más que cuando procedan de una voluntad consciente, es decir, con una advertencia que no se esfuerza por dominarlos. Soporta a esas pobres niñas, acarícialas, tenlas en tu corazón, mi queridísima hijita, como yo te tengo en el mío, cultivando un grandísimo y particularísimo deseo de tu perfeccionamiento espiritual, porque el mismo Dios me ha obligado a todo esto.

Herminia experimentaba varias frustraciones en su vida y, a veces, fue reactiva y ansiosa. En un momento quería casarse, pero los papás de su novio no le daban permiso a su hijo, entonces, él se suicidó al consumir veneno. Herminia procuraba que se confesara antes de morir. Años después, Herminia quería entrar en la vida religiosa a pesar de una fuerte oposición se sus padres. Sin embargo, entró al convento, pero esto causó tanto furor de parte de sus padres que después de consultar a Padre Pio regresó a su casa siguiendo el consejo del Padre Pío para evitar un escándalo. Siguió su carrera de maestra con mucho esfuerzo, pero con éxito también. Murió repentinamente de un infarto en 1962 a la edad de 79 años.

En los consejos de Padre Pío a ella notamos primero su énfasis en la humildad, luego consejos a un autoconcepto vil para disponerla a abandonarse a Dios, a cambio del enfoque de su espíritu de la creatura al Creador, a continuos anhelos de humildad y simplicidad de corazón, a un buen trato a las personas, a frenar su cólera, a emplear jaculatorias para interiorizar un amor a las personas difíciles y verlas como hermanas, y, en todo esto, considerarlo como un proyecto de Dios encargado a ella, es decir, su vocación. Además, le aconsejó a no asustarse ante sus emociones, a educar a la consciencia de no entregarse a la culpa insana sabiendo de que, si la emoción negativa no es consentida conscientemente, no es pecado. Por fin, para darle más confianza de aceptar y interiorizar todos sus consejos, Padre Pío expresa su amor y compromiso a ella e indica que él actúa de parte de Dios.

Una persona llega a Vislumbrar la vida de contemplación cuando es atenta ante lo que es en el aquí y el ahora. Esta admiración de la verdad, la bondad o la belleza de lo percibido a veces es tan intensa que no hay palabras para expresarlo. Se siente asombrada, tranquila y contenta con ganas de prolongar el momento. Al principio no sabe cómo, pero después, siendo dócil y atenta, Dios la instruye en cómo mirar más detenidamente a su rostro.

Su hermano en Cristo Jesús.

Fr. Guillermo Trauba Capuchino