DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: CRECIMIENTO EN LA VIDAESPIRITUAL 

 

Escrito por: Fr. Guillermo Trauba OFMCap. 

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Muy Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

Todos de nosotros nacimos con un instinto de vivir y de ser felices. Son instintos innatos y naturales y son consecuencias de haber sido creados buenos por un Dios que nos ama. Estos instintos nos ayudan a organizar medios para realizar nuestros sueños. Sin embargo, la ignorancia e inseguridad de nuestro ego distorsionan la buena organización de estos medios a dos extremos: o a la tendencia de ser perfecto o a la tendencia de desesperarse al verse impotente a realizar lo que uno se propone. Las dos consecuencias resultan de un orgullo que supone que todo depende de uno mismo. Si me entrego a una de estas posturas, corro el riesgo de que mi vida salga de un buen juicio a la deriva de seguir lo que me convenga en el momento, que usualmente es lo que me plazca. Así, el mundo me comerá. En fin, esto es lo que me puede pasar al desviarme los ojos interiores del amor de Dios para conmigo.

Padre Pío vio estas tendencias al desequilibrio e incertidumbre interior como debilidades humanas y estrategias del Maligno que proponen desviarnos de nuestra relación fecunda y transformante con Dios. Padre Pío habla a su hija espiritual, Raffaelina Cerase, sobre este tema en su carta dirigida a ella el 15 de agosto de 1914:

La imaginación y el demonio querrían hacerte creer que ofendes continuamente a Dios y que te resistes siempre o casi siempre a las llamadas divinas. La gracia vigilante del Padre del cielo te tiene muy lejos de caer en semejante infidelidad. Convéncete de esto que te digo. Te garantizo que tales sentimientos no provienen sino de la imaginación y del demonio. Cuídate de darles importancia; ellos no miran a otra cosa que a enfriar en ti los sentimientos de afecto hacia el Esposo celestial, a conseguir que te dé fastidio la perfección cristiana porque la experimentas como difícil e imposible, y, lo que es peor, intentan de forma más directa anular y apagar cualquier sentimiento de devoción en tu corazón.

De nuevo se ve la sabiduría y perspicacidad del discernimiento de Padre Pío en su diagnóstico y receta que da a la enfermedad espiritual de Raffaelina. Padre Pío apela a la relación entre ella y Dios Padre como una luz que desenmascará los errores de la imaginación y las astucias del Maligno. Dice que, si ella se mantiene fiel a esta relación de amor y fidelidad de Dios para con ella, no iría ni a la ilusoria perfección propuesta por su imaginación ni a la desesperación proveniente del Maligno. Además, Padre Pío la exhorta que se convenza de eso, como si esta convicción tuviera que ser muy arraigada en su alma para no desviarse por estos dos extremos. Al convencerse del peligro de entregarse a una de estas posturas, el próximo paso para ella es de no darles importancia sino mantener su enfoque interior a su relación de amor y fidelidad que Dios Padre tiene para con ella. Desde la mirada amorosa de esta relación se mantendrá su orientación a Dios y tendrá el buen juicio y prudencia de ordenar su vida a conservar su relación de amor con Dios.

Padre Pío le advierte que no deje que su afecto por su Padre ni su atención a las inspiraciones de su Padre sean disminuidas por las incertidumbres inducidas por esas tentaciones. Él sabe que nuestro progreso y crecimiento espiritual se basa en esto: la iluminación de nuestra inteligencia por las inspiraciones de Dios y el fortalecimiento de nuestra voluntad por medio de nuestro afecto a Dios. Si dudamos de la eficacia de estos ejes de nutrimiento espiritual el ímpetu para nuestro desarrollo espiritual quedará truncado.

El buen discernimiento es siempre recomendable en la validación de cualquier inspiración y afecto. El criterio para este buen discernimiento es precisamente una atenta docilidad y agradecimiento en nuestra relación con Dios como Padre que nos ama; entendido que se hace presente en Jesús y nos anima en el Espíritu Santo. La frecuente purificación y afirmación de nuestra relación fundante con el Padre nos ayudará interiorizarla para que sea una luz guía en toda situación. Llegaremos a ver que los acontecimientos de cada día no son al azar, sino que están puestos en nuestra vida como comida a comer y digerir para nuestro bien y crecimiento. Todo lo que nos pasa tiene sentido y valor, la sabiduría encuentra la llave de significarlo así.

Entonces, en nuestra vida diaria afirmemos nuestra relación con Dios como sus hijos e hijas con mucha gratitud, y con esta convicción hagamos caso a las inspiraciones en nuestra alma para el bien y tranquilamente pongamos a un lado las dudas de mi dignidad o capacidad de realizar lo imposible. Dios no nos pide ni imposibles ni perfección. Mas bien, nos pide fidelidad a él que es una relación que se comprueba en la lucha, en un tratar con sinceridad de hacer lo que le agrade.

Su Hermano en Cristo,

Fray Guillermo Trauba, capuchino