DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: LA VIDA EN EL ESPÍRITU 

 

Escrito por: Fr. Guillermo Trauba OFMCap. 

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Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

Nuestra vida en el mundo se vuelve cada día más activa y compleja y nosotros más ansiosos tratando de aprovecharnos de las nuevas oportunidades que la vida moderna nos ofrece. Entre frustraciones y anhelos descubrimos que la mayor parte de lo que el mundo nos ofrece sobrepasa nuestra capacidad de conseguirlo o de asimilarlo y usarlo con provecho. Siempre hay otra cosa que comprar, de hacer o de saber. En fin, la globalización nos envuelve en sus valores y prioridades. Sabemos que todo lo que creó Dios es bueno, pero entre tantas opciones y posibilidades, es difícil siempre hacer del buen uso de las cosas como medios hacia Dios en vez de solamente un camino a nuestros gustos y placeres.

La rápida evolución de posibilidades y oportunidades en este mundo clava nuestra atención a lo material y temporal. Los anhelos y necesidades de nuestro espíritu suelan quedarse en espera hasta que haya tiempo, tiempo que rara vez se da. Arriesgamos un insano desequilibrio si no alimentamos las necesidades de nuestra alma tanto como las de nuestro cuerpo. Nos arriesgamos a hacernos mundanos y egocéntricos. Las cosas espirituales son sencillas y no están sujetas al tiempo. Entonces, la alimentación de nuestra alma con su comida espiritual es un trabajo interior que se lleva a cabo en el silencio, en la sencillez y con tranquilidad. Con razón entonces Padre Pío pide a su hija espiritual, Raffaelina Cerase, practicar la sencillez que se encuentra en el corazón de Jesús. Los consejos dirigidos a ella sobre la importancia de la sencillez nos pueden ayudar a tener más balance en nuestra vida y se encuentran en su carta a ella fechada el 14 de julio de 1914:

Une tu corazón al corazón de Jesús y sé siempre sencilla de corazón, como lo quiere él. Esfuérzate por imitar la sencillez de Jesús, teniendo alejado el corazón de las prudencias terrenales, de los artificios carnales. Procura tener una mente siempre pura en sus pensamientos, siempre recta en sus ideas y siempre santa en sus intenciones; y también una voluntad que no busque otra cosa más que a Dios, su complacencia, su gloria y su honor.

Reflejémonos, querida mía, en Jesús, que lleva una vida escondida. Toda su infinita majestad está escondida entre las sombras y el silencio de aquel modesto taller de Nazaret. Por tanto, esforcémonos también nosotros por llevar una vida profundamente interior, escondida en Dios.

Esta sencillez que Padre Pío recomienda no implica hacernos insensibles a lo de nuestro alrededor sino hacernos más sensibles a lo que es de más importancia. En eso se discierne la escala de nuestras prioridades porque damos más importancia y atención a lo que nos interesa más. Padre Pío propone que nuestra unión con Dios sea nuestra prioridad. Si lo es tendremos una recta intención en el uso de las cosas y Jesús será nuestro modelo y referencia interior. Esta referencia interior a Jesús nos inspirará a poner medios apropiados a nuestra santificación y engendrará un amor autentico hacia nuestro prójimo.

Si Dios no es nuestra prioridad, a lo mejor la soy yo. Si soy mi propia prioridad, tarde o temprano me quedaré muy solito y carente. La muerte me viene y me roba de la vida y estando solito me quedo indefenso e impotente ante su llegada y dominio. No quiero esto. Esta frustración da cabida a la doctrina de que somos hechos por Dios y para Dios; y tras el patrón de comunidad trinitaria en Dios, somos hechos para estar en comunidad los unos con los otros. Así la frustración de nuestro aspecto corporal nos impulsa a apelar a las aspiraciones transcendentales de nuestro espíritu.

Nuestras prioridades engendran una seria de valores que son referencias para nuestras decisiones. A partir de decisiones que uno hace más o menos libre y conscientemente asumimos las consecuencias implicadas. Si nuestra meta está en las ganancias de este mundo nos instalaremos en este mundo y lo aceptaremos. Pero si seguimos el anhelo de nuestro espíritu, el Espíritu Santo nos dirigirá a Dios y encontraremos la victoria de la vida sobre la muerte en Jesús resucitado.

La vida exterior es rápida, condicionada, temporal y muy cambiante. Nos causa ansiedad. Nuestro mundo interior y espiritual cuando esta sano esta en silencio, continuo, y convergente a Dios. Nos engendra paz y bienestar. Pruébalo y verás. Ya hemos probado la vida exterior y constamos que nos causa ansiedad. Tal vez la cuarentena impuesta por esta pandemia del Covid-19 nos dé una oportunidad de ser más recogidos y atentos a nuestro lado espiritual. Sin embargo, la decisión de aprovecharlo así es de cada uno. Si queremos paz, bienestar y felicidad, acogeremos nuestro anhelo interior como a una invitación personal de parte de Jesús a comer bien en su mesa.

Que el Sagrado Corazón de Jesús infunda luz, amor y paz en el corazón de cada uno de ustedes en este mes de junio.

Su servidor en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino