LA CRISIS DE SALUD QUE LLEVA A LA CRISIS HUMANA 

Publicado por Fray Daniel Pérez 

· Noticias,Artículos

Lo que parecía ser un pequeño problema, se ha convertido en más de un mes de encierro, en un fuerte limite a la interacción social y en el freno de la actividad económica, en muchas partes del mundo, sin mencionar el miedo, el contagio y la muerte. Estamos ante una verdadera crisis mundial.

Toda crisis tiene dos lados: Uno de ellos es el doloroso enfrentamiento a nuestros propios limites, y el otro es la oportunidad de salir adelante con una mayor madurez y fortaleza.

Muchos de nosotros estamos atentos a los medios para conocer las últimas noticias sobre el avance de la pandemia y las recomendaciones de las autoridades y tratamos de seguirlas lo mejor posible. Quedarnos en casa, tomar precauciones cuando salimos por necesidad, como el uso de cubre bocas, el evitar contacto físico con las personas y el desinfectarnos lo mejor posible al llegar de regreso a casa, pero que sucede con las personas que no pueden hacer estas cosas? Las personas para las que cuidarse del virus es un lujo que no pueden darse.

Como en muchos otros problemas en nuestra sociedad, los más pobres son los que se llevan la peor parte. Me permito citar a continuación un pequeño fragmento de la Encíclica Laudato Si’, del Papa Francisco:

Quisiera advertir que no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desintegración de nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis sesgados. (Laudato Si’, N. 49)

Me gustaría ilustrar esto con una pequeña historia:

Había una vez un vagabundo que deambulaba por la calle, cuando un policía lo detuvo y le dijo: Por que no esta utilizando cubre bocas?, a lo que aquel hombre contestó : No tengo para comprar uno, no tengo ni para comer. Para que quiero un cubre bocas? dijo el oficial: Es un requisito para andar en las calles, por la pandemia, que no ha visto las noticias? No tengo donde verlas, dijo el hombre. Bueno -dijo el policía-, pues si no quiere que le ponga una multa, quédese en casa, a lo que el hombre contestó: No tengo casa. El policía no supo qué mas decir; se quedó dubitativo un momento, hasta que dio la vuelta y se marchó.

Las personas con cierto nivel económico podrán salir de esta pandemia bien librados, pero los que no tienen ese nivel, se arriesgarán mas a contagiarse y, si sobreviven, se encontrarán mas pobres que antes.

Tal vez no esté en nuestras manos solucionar esto, pero si esta en nuestras manos, en este tiempo de crisis, ser mas generosos y caritativos. En este tiempo las obras de caridad cuentan doble. La crisis sanitaria lleva a la crisis económica y esta lleva a la crisis humana (hambre, violencia, injusticia, etc.) y esta ultima podemos evitarla.

La madurez y fortaleza con la que queremos salir de esta crisis no está en nuestro sistema inmunológico, ni en nuestra inteligencia, ni en nuestra economía; está en el tamaño de nuestro corazón. Que esta crisis nos ayude a salir con un corazón más grande, más hermano, más dispuesto a saber del otro y a tenderle la mano.

Que el Señor nos conceda su paz.