DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: LA EUCARISTÍA ENTIEMPO DE NECESIDAD

 

Escrito por Fr. Guillermo Trauba OFMCap. 

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Muy Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

Ya tenemos 4 meses con esta pandemia y con la cuarentena impuesta a casi todos de nosotros. Dentro de estos medios de contención duros pero necesarios para el bien común, son las misas sin público. Esto implica hacer la comunión espiritual en vez de presencial. Aunque la comunión espiritual sea buena no es igual como compartir la experiencia de Cristo encarnado que ofrece la comunión presencial. Además, corremos el riesgo de acostumbrarnos a esta abstinencia y poco a poco perder el anhelo por este “alimento de los fuertes” como Padre Pío la llama en su carta a su hija, Raffaelina Cerase.

Apenas ahora, en estos días comenzamos a tener misa de nuevo con el público, aunque con número limitado de gente y con muchas condiciones. Así, la Iglesia espera saciar la sed espiritual de sus hijos e hijas después de su prolongado ayuno. La preocupación es que las personas se hayan acostumbrado a este ayuno y que se hayan adaptado a la dieta chatarra de la vida mundana.

Padre Pío, hace más de cien años, reconoce el papel central de la Eucaristía y de la recepción frecuente de la Santa Comunión en el desarrollo espiritual. Nos ofrece sus pensamientos sobre este tema en su carta a su hija espiritual, Raffaelina Cerase, escrita el 9 de mayo de 1914:

En estos tiempos tan tristes, en los que tantas almas apostatan de Dios, no consigo persuadirme de que se puede vivir la vida verdadera sin el alimento de los fuertes. En estos tiempos en que estamos rodeados continuamente por gente que tiene en el corazón el odio a Dios y la blasfemia siempre en los labios, el medio seguro para mantenernos lejos del contagio hediondo que nos rodea, es el de fortalecernos con el alimento eucarístico. Ahora bien, mantenerse sin culpa y progresar en la vida de la perfección no podrá alcanzarlo quien vive por largos meses sin saciarse de las inmaculadas carnes del Cordero divino. Yo no sé qué piensan los demás sobre este punto; para mí, dadas las particulares circunstancias en las que vivimos, es siempre ilusorio querer convencerse de que avanza hacia la perfección el que se limita a comulgar uno o dos veces al año.

Observamos que hace cien años la costumbre de la comunión frecuente no fue tan común como la es ahora. Recibirla uno o dos veces al año fue la práctica de muchas personas en aquellos años. Lo importante de su comentario viene en que sus palabras indican una profunda hambre por Jesús. Padre Pío habla de la recepción frecuente de la Santa Comunión no como un deber procedente de un concepto de cómo estar cerca al Señor, sino lo habla desde una necesidad anímica y espiritual desde muy dentro de su alma. Para él, recibir la Santa Comunión era tan necesario como inhalar el aire que el cuerpo necesitaba. Tanto como nuestro cuerpo necesita una comida apropiada a su naturaleza, nuestro espíritu también necesita su alimento fundamental: la Santa Comunión, Jesús Encarnado dentro de uno.

Aunque Jesús se nos presenta como una comida básica bajo forma de pan y vino que es asimilada por nuestro cuerpo como cualquiera comida, al nivel espiritual pasa al revés. El encuentro de nuestro espíritu con Dios, que es espíritu, resulta en una compenetración en la cual nuestro espíritu es asimilado al espíritu de Dios, o sea, a Dios. Esta compenetración es sutil, profunda y duradera. Es un preludio a nuestra vida celestial con Dios. Este encuentro es delicado porque un espíritu es sencillo y no cuenta con los sensores como lo tiene el cuerpo que nos facilita comer comida sana y digerirla bien. A pesar de la importancia y profundidad de este encuentro, pocas veces estamos suficientemente sensibles a nuestro propio espíritu y menos al espíritu de Dios para percibir y apreciar este milagro. Nuestro espíritu esta dispuesto y sensible cuando es puro y atento. De manera lamentable, estamos frecuentemente distraídos y maldispuestos a la hora de la comunión y la rutina suele opacar la delicadeza de este encuentro.

Si recibir este alimento de los fuertes es en verdad un anticipo de nuestro futuro con Dios, vale la pena disponer a nuestra alma a recibirlo bien. Una reflexión a lo que significa este encuentro, cómo este ocurre y a dónde me lleva me puede enriquecer muchísimo a este encuentro con Jesús. También es importante la acción de gracias después de haber recibido la Santa Comunión. Agradecerle a Jesús por su llegada así a nuestra alma la ensancha a recibirlo más ampliamente en el futuro. Hay tanto campo de crecimiento espiritual y tanto provecho en la recepción de la Santa Comunión que la persona que se propone crecer en intimidad con Jesús no puede descartar la prioridad de este medio en su anhelo de unirse con Jesús.

El aprecio de la Santa Eucaristía es aparte de esta consideración de la Santa Comunión, pero cae en el mismo contexto. Dios encarnado entre nosotros, con un amor apasionado, íntimo, delicado y duradero está presente en cada Eucaristía, pero se concretiza en nosotros en una forma particular en la recepción de la Santa Comunión. Repito, es de asombrarnos que cuando uno recibe sinceramente la Santa Comunión, uno recibe un verdadero anticipo de la vida eterna. Además, en el alma ferviente esto es experiencial y no solamente conceptual.

¡Entonces, ánimo! Estamos en tiempos de batalla y la comida que necesitamos es escasa. Acudámonos a la misa y recibamos al Señor como nunca antes. Somos hechos por él y para él y disfrutemos el suspiro del divino aliento refrescando nuestra alma.

Su hermano y servidor,

Fray Guillermo Trauba, capuchino