DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: CUARESMA UN TIEMPO PARA VOLVERLA MIRADA A DIOS 

 

Escrito por: Fray Guillermo Trauba OFMCap. 

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Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

El aniversario de la Navidad y de la Revelación o Epifanía de Cristo ya pasó, pero queda ahora la inquietud de dar nuestro testimonio ante la manifestación de estas verdades que hemos celebrado. Para este fin es la tarea de la próxima temporada de la Cuaresma. La Cuaresma es nombrado en referencia a los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto en preparación para dar su testimonio al iniciar su ministerio público. La temporada cuaresmal, entonces, es un medio que la Iglesia nos proporciona para purificar el corazón y así, ver más nítidamente la gloria de Dios en las varias facetas de su revelación a nosotros; entre ellas están la encarnación, predicación, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Como consecuencia, la Cuaresma es un tiempo de revisar nuestros actos y más importante aun, nuestros valores y metas. Es una oportunidad de decidir de nuevo a donde queremos llegar al final de nuestra vida, a determinar qué sentido tendrá , y proponer medios de encaminar nuestra vida a su buen fin acompañado por el buen testimonio de un hijo o hija de Dios.

Siempre hay batallas en la vida. Ojalá que hubiera menos, pero es importante dar sentido a estas luchas para poder perseverar hasta la victoria prometida por Cristo. Esto requiere lo mejor de nosotros y se facilita cuando nuestra meta es clara, accesible y atrayente, o sea, bella. La prueba siempre exige lo mejor de nosotros. A este fin nuestro Padre nos adiestra por medio de las pruebas para capacitarnos a ser fieles a Jesús con toda conciencia y libertad. En esto consiste nuestra plenitud y nuestra felicidad.

La temporada cuaresmal es también un tiempo de interioridad y reflexión. Padre Pío en su carta a su hija espiritual, Raffaelina Cerase, la exhorta a desarrollar una actitud de vigilancia y determinación y conservar su alma para Dios ante los ataques del enemigo. Sus consejos se encuentran en su carta dirigida a ella el 26 de noviembre de 1914:

Mantente siempre fuerte en la fe y estate siempre vigilante, que de ese modo serán ahuyentadas todas las malas artes del enemigo. Esta es precisamente la exhortación que nos da el príncipe de los apóstoles san Pedro: “Sed sobrios y estad vigilantes. Vuestro enemigo, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe”; y, para estimularnos más, añade también: “sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan estas mismas cosas”.

Sí, amada hija de Jesús, especialmente en las horas de la lucha reaviva tu fe en la verdad de la doctrina cristiana y, de manera particular, reaviva la fe en las promesas de vida eterna que nuestro dulcísimo Señor hace a quienes combaten con fuerza y coraje. Sirva para infundirte ánimo y para consolarte, saber que no estás sola en el sufrir, que todos los seguidores del Nazareno esparcidos por el mundo padecen las mismas cosas: también ellos están todavía expuestos a las tribulaciones.

Mantenerse siempre vigilante y fiel no es fácil. Es incomodo muchas veces. Por eso nuestra fidelidad a Dios requiere un esfuerzo, una ascesis de nuestra parte. En la Cuaresma uno piensa principalmente en penitencias corporales, como ayunos o vigilias. Estos pueden servir para agilizar la voluntad, pero necesitamos saber cómo dirigir nuestra voluntad a qué fin y con cuáles medios. Para eso, la meditación en la Palabra de Dios diariamente puede ser un buen complemento a las mortificaciones corporales. Entonces, es recomendable en el régimen de la Cuaresma no solamente ayunos corporales, pero también lecturas de las Sagradas Escrituras, de los santos, u otros libros que nos animan hacia el Reino de Dios. Si son efectivos, se verá el tercer complemento de la dieta cuaresmal: obras de caridad y misericordia espontáneamente apareciendo acompañadas por un sentido de esperanza, agradecimiento, y alegría en el alma.

La conversión no solamente supone el arrepentimiento que viene por medio de la meditación e interpelación de nuestros valores, pero también implica la interiorización de nuevos valores. Este cambio de rumbo se logra por una experiencia que tiene más sentido que la que tenía la trayectoria anterior. Puede ser el Kerigma o encuentro personal con Jesús. Este encuentro con Jesús aclara lo que es el Reino de Dios, cómo es nuestro futuro como hijos e hijas de Dios en él, y cómo es necesario comenzar cada día con una decisión a caminar con Jesús durante la rutina de la jornada.

La pandemia puede ser un estímulo para revisar las prioridades de mi vida. Puedo preocuparme y gastar tiempo y tesoro en tratar de regresar a lo mismo que antes, a cosas y a actividades que, en fin, son poco duraderas y de poco provecho. La temporada cuaresmal de este año situada en el contexto de esta pandemia puede empujarme a tomar una mejor opción para la dirección de la vida, tal como de profundizar en el aprecio de mi familia, ayudar a los demás, y a ver a Dios como Amor amando en medio de la creación; y, tal vez lo más importante, ver a Dios como mi Padre verdadero amándome a mí desde lo más íntimo de mi corazón.

Su servidor en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino