DE LAS CARTAS DE PADRE PIO: VIVIENDO LA PASCUA 

 Escrito por: Fray Guillermo Trauba OFMCap. 

· Sermón,Artículos

Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

En este mes de abril, iniciamos el tiempo pascual, temporada en que profundizamos el misterio de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Los misterios son misterios porque siempre son más y más entendibles. Siempre hay algo más que uno puede aprender. Usualmente estos momentos de luz son sorprendentes y amplían nuestros horizontes, sanan heridas, y nos dan paz, alegría y esperanza. Ante un misterio conviene que uno esté en
silencio y a solas para escuchar y encontrar al Señor en la nitidez de la verdad, la cercanía de la bondad de su misericordia, y en el encantamiento de su belleza que resume todo en uno y se desplaza como un único amor en todo.

Padre Pío a sus 27 años ya estaba experimentando el misterio de Dios en maneras anteriormente desconocidas. Sus comentarios sobre estas experiencias a su director espiritual, Padre Benedicto de San Marco in Lamis, nos pueden animar y orientar en nuestra postura ante el misterio de Cristo muerto y resucitado. Un trozo de estos comentarios se encuentra en su carta a su director anteriormente mencionado escrita el 26 de marzo de 1914:

Tan pronto como me pongo a orar, en seguida siento el corazóncomo invadido por una llama de amor vivo; esta llama no tiene comparación con ninguna otra llama de este bajo mundo. Es una llama delicada y tan dulce que consume y no causa sufrimiento alguno. Es tan dulce y tan deliciosa que el espíritu siente tal complacencia y queda satisfecho, pero del tal modo que no deja de desearla; y, ¡oh, Dios!, es algo tan maravilloso para mí que quizás no llegue nunca a comprenderlo, como no sea en el cielo.

Este deseo, lejos de privar al alma de esta plenitud, la vareforzando cada vez más. El gozo que siente el ama allí, en su centro, lejos de disminuir como consecuencia del deseo va creciendo más y más; dígase lo mismo del deseo de disfrutar permanentemente de esta vivísima llama, porque tal deseo no queda anulado por el gozo, sino que permanece muchísimo más vivo como consecuencia del mismo deseo. De esto deducirá que son cada vez más raras las ocasiones en las que me es posible discurrir con el entendimiento y gozarme con los sentidos.

Notamos en particular, la sorpresa de Padre Pío ante esta experiencia. Sus experiencias de Dios se vuelven más y más inefables al punto que se siente incapaz de expresar lo que son. También notamos que estas experiencias son dulces, sutiles y delicadas. No cualquier espíritu puede experimentarlas, solamente un espíritu dócil, puro, atento y dispuesto. Los
sufrimientos de Padre Pío consciente y libremente asumidos por su amor y fidelidad a Dios lo han purificado al grado de poder percibir las sutilezas de su espíritu en relación con el espíritu de Dios.

Nuestra experiencia de los movimientos del espíritu de Diosen nuestra alma queda desapercibida en mayor parte por las distracciones que empapan nuestra atención. Tantos estímulos ocupan nuestra atención y nos llevan a decisiones y acciones precipitadas. Estamos a la carrera mucho tiempo y el mundo nos felicita por eso porque así hacemos más, producimos más y erróneamente por eso sentimos que valoramos más. Sin embargo, nuestra alma se queda en ayunos.

Para aprovechar el misterio pascual como fuente de agua viva en nuestra oración necesitamos valorar el silencio y la soledad como momentos de escucha y encuentro. Esto es una mirada adentro de uno en vez de afuera. El encuentro con Dios siempre ocurre dentro de uno y no afuera dado que Dios es espíritu y nuestro espíritu se queda dentro de nuestro cuerpo. Este encuentro presume atención y disposición. Implica apartarse de las redes sociales para conectarse a la red interior del espíritu. Al principio nos sentiremos aburridos y frustrados porque no hemos sintonizado todavía a la frecuencia en la que Dios nos habla. Todavía estaremos en la expectativa de la manera de comunicación que el mundo afuera nos proporciona. Con tiempo, paciencia y deseo, el espíritu de uno se tranquiliza y su percepción se agudiza en el silencio de su alma. La percepción empieza a notar lo de aquí y el ahora y
disfrutar lo bello en lo sencillo y ordinario alrededor. Uno logra apreciar que las plantas cantan tanto como los pájaros, los árboles revelan sus secretos, y las montañas proclaman la historia de incontables años. Entre todo esto, la voz de Dios es como un suspiro; tenue al principio, pero dulce y atrayente. Todo esa novedad puede inquietarle a uno al principio por ser desconocido, pero esta desconfianza se vence por el amor y cercanía al verse tomado en cuenta por Dios creador del universo y a la vez Padre nuestro misericordioso.

Con ánimo y agradecimiento pongámonos estos espacios interiores de silencio y soledad durante estos cincuenta días de la temporada pascual. De repente nos encontraremos envueltos en el misterio de la resurrección, y con ojos nuevos ver que esto es nuestra vida en Dios y nuestro futuro con él, elaborándose en nuestro presente con cada decisión que tomamos de participar en el Amor amando.

Tu servidor y hermano en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino