DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: EL AÑO NUEVO Y CRISTO 

 

Escrito por: Fr. Guillermo Trauba OFMCap. 

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Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Feliz Año Nuevo!

¿Qué tal? ¿Este año nuevo será mejor que el que pasó? Al principiar el año estamos a la vez preocupados y esperanzados; miedosos por lo que nos puede pasar y deseosos por lo que queramos que nos pase. Esta incertidumbre causa ansiedad y aumenta nuestra percepción de impotencia. Cómo resolvemos este dilema depende mucho en lo que queremos alcanzar, los medios que empleamos y en qué o en quién ponemos nuestra confianza. En cualquier escenario vivir con éxito este año nuevo nos va a costar trabajo. ¿Este trabajo valdría la pena?

Padre Pío, tan entregado a Dios desde su niñez, entendió que la lucha se sostiene cuando lo que buscamos alcanzar tiene sentido suficiente. A él le valía luchar a toda gana para amar, a Jesús sobre todo y en este amor aliviar los sufrimientos de los demás, tomando como modelo a Cristo y su amor por nosotros. Estas luchas o pruebas nos pueden provocar ansiedad, desánimo y desesperación. Entonces, ¿qué nos motivaría a sostener nuestro empeño? En estos momentos oscuros, Padre Pío aconsejaba mantenerse fiel a Dios con la confianza de que esta fidelidad, a pesar de todo lo que nos cueste, nos va a apoyar en alcanzar nuestro bien máximo que es la felicidad de nuestro espíritu. Sus consejos están expresados en su carta a sus dirigidas, las hermanas Ventrella, escrita el 11 de diciembre de 1916:

El anhelo de estar en la paz eterna es bueno, es santo; pero es necesario madurarlo con la completa resignación a la voluntad de Dios. Es mejor realizar el querer de Dios en la tierra que gozar en el cielo. Sufrir y no morir, era el deseo de santa Teresa. Es dulce el purgatorio cuando se sufre por amor de Dios. Las pruebas, a las que Dios os somete y os someterá, son todas ellas señales de la predilección divina y joyas para el alma. Pasará, queridas mías, el invierno y llegará la interminable primavera, tanto más rica de bellezas cuanto más duras hayan sido las tempestades. La oscuridad que estáis experimentando es señal de la cercanía de Dios a vuestras almas.

Notamos que Padre Pío procura dar un sentido positivo al sufrimiento que uno encuentra. Este sentido es a base del valor que tiene nuestra alma, que es el núcleo de nuestra persona. La santificación de su alma sería el proyecto principal del año nuevo para la persona ambiciosa a realizar su completa felicidad. Esto se hace al practicar la voluntad de Dios, la cual se expresa en la caridad. Pero practicar la caridad en su profundidad se da cuando el “amar” procede no de un “deber ser” como si fuera solamente una obligación sino de una alabanza por el bien de Dios en la persona o desde un agradecimiento por los bienes que uno ha recibido de Dios. Este ímpetu de amor brota espontáneamente de un encuentro con Dios. La caridad representa una respuesta consciente y libre por el bien percibido en la persona y para que este bien crezca en él. Este “ímpetu de amor” crece en intensidad en proporción al ver la belleza sumamente atrayente y transformante del rostro de Dios. A cada persona le toca elegir y luchar por lo que él o a ella piense que valga la pena, sin importar si la persona se esfuerza por obligación o por haber visto el bien que le inspira.

Este año nuevo nos da opciones de avanzar en tres áreas de nuestra vida. Podemos luchar por conseguir cosas que uno quiere para sí mismo; podemos luchar para el bien común; y podemos luchar por el Reino de Dios. Estas opciones no son mutuamente exclusivas y `podemos llevar avances en las tres áreas juntas. Sin embargo, importa mucho la prioridad que les damos a estas opciones.

La primera opción incluye la satisfacción que nos dan los placeres de cosas materiales y temporales, como son la comida, el afecto, el poder, el dinero, etc. Aunque necesitamos de estas cosas, cuando esta opción es nuestra prioridad nos quedaríamos en un egocentrismo que nos atrapa, es decir, nos hace dependientes y al servicio de nuestros placeres. Así, nuestra vida sería un mediocre “sobrevivir” en el mundo, puntuada con frecuentes frustraciones.

Podemos elegir trabajar por el bien común. Esta opción nos lleva fuera de nosotros mismos y nos introduce a cómo amar a los demás y a recibir de su amor. Incluye actividades tales como trabajar para mejorar el ambiente, ayudar a los necesitados, servir en el gobierno, etc. Sin embargo, sin una fe en Dios, la finalidad de la muerte cuestiona el valor transcendental de estas obras.

También podemos elegir trabajar por el Reino de Dios que consiste en el crecimiento de Jesús en la vida de cada persona. Esta opción está basada en el concepto del hombre creado por Dios y para Dios. Esta opción implica que el espíritu de la persona es inmortal y que lo que hacemos en esta vida tendrá consecuencias personales después de nuestra muerte. Al principio parece semejante al trabajar por el bien común y en realidad las acciones exteriores son muy semejantes. La diferencia es que la motivación de esta opción va hacia la realización de la persona no solamente en este mundo pasajero y material, pero también en su aspecto espiritual que no termina con su muerte. La persona que prioriza esta opción tiene la esperanza que la vida eterna que Jesús le ofrece por su encarnación, muerte y resurrección sea su plenitud y destino final. En fin, esta persona reconoce que no hay nada más pleno ni feliz que participar en la divinidad de Dios.

En resumen, nos conviene trabajar en todas de las tres áreas y con ganas. Pero el provecho mayor sería en trabajar por las cosas de Dios que no se acaban ni con nuestra muerte ni con la destrucción de las cosas materiales. Pidámosle a Dios para este año nuevo la gracia de elegir entre lo que es bueno y lo que es mejor, y que nuestra elección sea para nuestro provecho ante Dios y para el de nuestro prójimo.

Su hermano en Cristo,

Fray Guillermo Trauba, Capuchino