UN CAMINO HACIA CRISTO REY 

 

Escrito por: Fray Ernesto Balderas OFMCap 

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Hacer una peregrinación significa mucho más que solo caminar. Hacerlo implica decidirse por un camino a recorrer y fijar una meta a llegar; es tomar un propósito y hacer compromiso de cumplirlo. Así, una peregrinación, según palabras del papa Francisco, viene a ser “imagen del camino que cada persona realiza en su existencia”. Entonces, peregrinar se convierte, para cada uno de nosotros que lo hemos hecho alguna vez, en un reflejo de nuestra vida.

Durante el camino de la peregrinación vivimos de todo: experimentamos el cansancio del recorrido, sentimos la sed de aquel que busca un poco de consuelo, vivimos la alegría de los que saben que tienen una meta y sentimos la paz de los que se conciben acogidos después de un largo trayecto.

Todo esto pude experimentarlo el fin de semana pasado durante la peregrinación Juvenil al Cerro del Cubilete en que tuve el gusto de participar junto con unos hermanos de fraternidad y algunos jóvenes de las parroquias cercanas. Comenzamos llegando al centro de reunión en la explanada San Juan Pablo II. Allí tuvimos la dicha de vivir una hora santa de preparación para la peregrinación que estábamos a punto de comenzar. El empuje espiritual y la alegría juvenil se sentían en el aire y eran, a su vez, alicientes para emprender el camino con motivación.

Los oradores y los sacerdotes que dirigieron ese momento de oración nos invitaban a dejarnos acompañar por Jesús y abrirnos a que él iluminara los momentos oscuros de nuestra vida y le diera sentido a los alegres. En ese momento pudimos encontrarnos con jóvenes de todo el país y de todos los contextos sociales, todos ellos unidos por un motivo común: confiarle su fe y sus intenciones a Jesús, peregrinando a su templo en la cima de la montaña.

Una vez dado el banderazo de salida, con la bendición después de la hora santa, comenzamos juntos la subida. Esa fue otra gran experiencia. Había de todo: chicos cantando y entonando porras, otros rezando el rosario o alguna otra devoción, algunos en silencio y en actitud contemplativa, y otros tantos más con una alegría tal que se desbordaba en la plática cálida y en el ánimo que motivaba a seguir adelante en el camino, que con los pasos se tornaba más exigente. Subir fue todo un momento de compartir. Cada uno aportaba algo especial y hacía de esa experiencia una antesala que nos iba disponiendo, poco a poco, para poder vivir ese encuentro anhelado con Jesús, en la cima del cerro.

Ya llegados a la explanada de la ermita nos detuvimos para tener un momento de convivencia y animación con cantos y dinámicas entre todos. El entusiasmo era desbordante y era imposible quedarse indiferente ante el ánimo de tanta gente que bailaba y cantaba con alegría. Aunque muchos estaban cansados por la subida, poco a poco se fue integrando más gente a las dinámicas. El ánimo fue en subida, hasta que por fin llegó la hora de prepararse para vivir la misa multitudinaria con el arzobispo de León. Durante la eucaristía Mons. Alfonso nos propuso el ejemplo de san Pablo apóstol, ya que celebrábamos la fiesta de su conversión. Así, en la homilía, el arzobispo nos invitaba a dejarnos encontrar por Cristo para que, como con san Pablo en su viaje a Damasco, podamos encontrar un sentido profundo a nuestra vida de fe. De esta forma, nos decía, daremos un testimonio convencido del encuentro con Jesús y podremos ser, como discípulos suyos, verdaderos mensajeros y constructores de paz en nuestra sociedad tan necesitada de ella.

Por último, una vez concluida la misa, emprendimos el momento final de la peregrinación: la visita al santuario de Cristo Rey en la cima del cerro. Una vez llegados allí cada uno de los jóvenes que íbamos entrando pudimos detenernos para orar frente a Jesús Eucaristía y presentarle todas nuestras intenciones y nuestra persona misma. Vivimos momentos de silencio, otros de canto, y otros tantos más de emociones que se derramaban entre sonrisas y llanto. Pero sobre todo, pudimos experimentar un fuerte encuentro con Jesús.

Ya de regreso, en el camión de vuelta a Monterrey, me preguntaba por cada uno de los participantes de esa peregrinación. Me preguntaba sobre cómo habrían encontrado a Cristo, también sobre cómo habrían vivido la experiencia de ir en busca de un encuentro con él. Pero más que nada, me hacía la pregunta de mi propia vida, de cómo me encuentro con Jesús en el día a día y si puedo decir desde allí, como en la cima del cubilete, que Cristo es Rey.