DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO: JESÚS EN NUESTRA NAVIDAD 

 

Escrito por: Fray Guillermo Trauba 

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Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Feliz Navidad!

Cada año la temporada navideña nos reta de dar un testimonio congruente a nuestros mejores valores. Costumbres sociales y culturales como fiestas, reuniones familiares, celebraciones religiosas, compras e intercambio de regalos proporcionan ambientes de bienestar. Son estímulos a los que respondemos según nuestros valores. Nuestra respuesta y testimonio sirven a iluminar o a oscurecer nuestro alrededor.

Exteriormente el mes de diciembre es la temporada más oscura del año para nosotros que estamos al norte del ecuador. Multitudes de personas marginadas por la pobreza, enfermedad, violencia y abandono nos abruman con su situación y hace más pesada la oscuridad. Mientras que unos festejan con sus familias otras personas pasan la navidad a solas, en albergues o en hospitales. Los contrastes en la sociedad y en nosotros tienden a acentuarse más durante esta temporada y ponen en la tela de juicio nuestra respuesta.

Todo esto resulta en desequilibrios en nuestro interior. Anhelamos luz y sentimos que debemos de estar felices, pero cuando no lo estamos solemos echar la culpa a circunstancias exteriores como falta de dinero o a personas que no nos apoyan. Dios, el autor y luz guía de la Navidad, se queda muchas veces en segundo plano. No lo tomamos en cuenta y mucho menos le damos prioridad en nuestras decisiones. Estamos, por lo tanto, vulnerables al autor del mal, Satanás. Él anda también en las sombras de esta temporada buscando seducirnos con cosas temporales y materiales y así, por medio de ellos hacernos parte de su reino. Muchas personas inconscientemente exceden sus límites, se dejan llevar por los excesos, y se quedan atrapadas por placeres convenientes e inmediatos.

Padre Pío habla sobre la necesidad de mantenerse estable en medio de tormentas espirituales y emocionales que nos pueden afligir en cualquier temporada del año. En su carta a su hija Herminia Gargani, ofrece algunos consejos sobre el tema. Fue escrita el 6 de diciembre de 1916 cuando Padre Pío tenía 29 años:

Anímate y convéncete de que Dios está contento contigo y de que encuentra en ti su pacífica morada. No esperes al Tabor para ver a Dios; ya lo contemplas. Sin que te des cuenta, en el Sinaí. Pienso que el tuyo no es un interior turbado e incapaz de gustar el bien; es que ya no puede apetecer más que el sumo bien en sí mismo y no ya en sus dones. Las reflexiones de la mente, las distracciones involuntarias, las tentaciones, etc., son productos ofrecidos por el enemigo; pero, porque son rechazados por ti, en ellos nada hay de malo. Cuando el demonio mete ruido es buena señal; es señal de que él quiere tu voluntad y, por tanto, de que se encuentra fuera de ella. Lo que debe atemorizarte, mi querida hermana e hija, es su paz y su sintonía con el alma humana. En los períodos de aridez de espíritu, sé humilde, paciente y resignada a la voluntad divina; y no descuides nada de lo que acostumbrabas a hacer en tiempos de gozo espiritual, porque el amor verdadero no consiste en experimentar muchos consuelos al servir a Dios, sino en una voluntad siempre pronta para realizar todo lo que Dios quiere mandarnos para nuestro progreso espiritual y para su gloria. Cree siempre todo esto; y no te importe el creerlo con esfuerzo y sufrimiento del alma, sin que veas los motivos para ello. También los mártires creían sufriendo. El Credo más bello es el que se pronuncia en el sacrificio y haciéndonos violencia.

La batalla con el Maligno se arrecia en medio de las fiestas decembrinas. Sus productos suelen seducirnos, no porque son malos, sino porque nos dan una libertad que no nos sabemos manejar con responsabilidad. Para prepararnos a ser más equilibrados la Iglesia resalta el Adviento como tiempo de moderación y orientación a una luz naciente en la persona de Jesús, el regalo más grande de Dios a nosotros. Acoger a Jesús es recibir una luz guía y es el primer abono de la esperanza a tener plena felicidad que guardamos como hijos e hijas de Dios. Vale todo empeño esforzarse a recibir este Regalo que no se acaba.

Frente a las tendencias de dejarnos llevar por los excesos, Padre Pío nos exhorta mantenernos firmes pero tranquilos. En medio de las pruebas la decisión de mantener los ojos interiores clavados en Jesús es esencial. Guardar esta atención a su presencia es la fidelidad que Dios nos invita a tener en todo lo que nos pase durante las celebraciones y acontecimientos navideños; de no dejarnos deprimir ni regocijarnos en exceso especialmente por objetos materiales.

Padre Pío, con su acostumbrada severidad, dice que el credo más bello es el que se pronuncia en el sacrificio y haciéndonos violencia. Se refiere al amor verdadero que siempre nos cuesta en cuanto va en contra de nuestro egocentrismo. Este testimonio del amor no se mide en ganancias a uno mismo sino en lo que uno dé en bien de la otra persona. Así, nuestro testimonio ante las muchas actividades en este mes puede ser una luz en la oscuridad cuando es el amor que nos anima; si no, será la oscuridad que nos domina.

Su siervo en Cristo Jesús,

fray Guillermo Trauba, Capuchino