DE LAS CARTAS DE PADRE PÍO:

¿QUE HACER ANTE LA TRISTEZA ESPIRITUAL? 

Escrito por: Fray Guillermo Trauba OFMCap.

· Sermón,Artículos

Estimados Amigos de Padre Pío,

¡Feliz Año Nuevo!

Como la Navidad, el Año Nuevo se nos presenta con expectativas amplias y animadoras. Pero, curiosamente, estas ilusiones que nos animan nos vienen de parte de dos mundos muy distintos. Podemos imaginarnos felices en este mundo en el que vivimos con lo que nos ofrece el mundo. Otras cuantas personas se imaginan felices perteneciendo al Reino de Dios con los medios que Dios les proporcione. Tal vez la mayoría de nosotros tomamos valores
indiscriminadamente de los dos mundos sin darnos cuenta de la incongruencia implicada. Lo que sea nuestra postura, en este Año Nuevo cuando no conseguimos el objeto de nuestro esfuerzo o deseo nos quedaremos tristes. Es la percepción de pérdida que engendra esta tristeza en nosotros. La profundidad y duración de nuestra tristeza dependen en parte de las circunstancias exteriores a nosotros.
Lo demás depende de nuestra habilidad de dar sentido positivo a lo que nos pasa.

Padre Pío considera que la tristeza como una emoción ni esbuena ni mala en sí, pero como algo que nos puede mover a nuestro bien o llevarnos a replegarnos en nosotros mismos y separarnos de Dios y de los demás.
En su carta a su hija espiritual Raffaelina Cerase comenta sobre los efectos de la tristeza. Sus consejos a ella se encuentran en su carta a ella fechada el 26 de noviembre de 1914:

No des lugar en tu alma a la tristeza, porque ella impide la libre actuación del Espíritu Santo. Pero, si queremos entristecernos, entristezcámonos sí, pero hagámoslo de modo que nuestra tristeza sea santa, y que nazca de ver que el mal se va expandiendo cada vez más en la sociedad actual. ¡Oh! ¡cuántas pobres almas van apostatando diariamente de Dios, nuestro
bien supremo! El no querer someter el propio juicio al de los demás, sobre todo al de quien es experto en el tema en cuestión, es signo de poca docilidad, es prueba demasiado clara de secreta soberbia. Tú misma lo sabes y lo compartes conmigo; por tanto, ánimo, evita las recaídas, mantente muy atenta ante ese maldito vicio, sabiendo cuanto desagrada a Jesús, porque está escrito que “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”.

Padre Pío reflexiona en tres aspectos de la tristeza. En primer lugar, dice que la tristeza impide la acción del Espíritu Santo. La tristeza nos distrae; nuestra percepción está en lo que hemos perdido y no sabemos cómo recuperarlo. Esta ansiedad es como un ruido espiritual que nos hace sordos a la voz de Dios en nosotros. Él está dispuesto a darnos más de lo
que hayamos perdido , lo que sea, si le permitimos. En segundo lugar, Padre Pío lamenta la perdición de la sociedad de su época. Si había motivo para entristecerse por la mala calidad en la vida social en el tiempo de Padre Pio, hay mucha más razón en la época actual. El tamaño del daño es según el tamaño del bien pervertido. Hoy hay bienes más sobresalientes que antes y el mal uso de ellos es notable por los efectos más graves y mundiales. Los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología han avanzado asombrosamente desde el tiempo de Padre Pío, y también el mal uso de ello y los daños consiguientes. Tristemente, parece que los dos reinos se apartan más y más en nuestra sociedad moderna. Esta tristeza puede llevarnos a la desesperación, al enojo, a la lástima o a la compasión. La diferencia es que en la desesperación y el enojo nos apropiamos un poder que no tenemos. En la lástima nos mantenemos espectadores del sufrimiento de la persona mientras que en la compasión participamos en el alivio del agobio de los que sufren. Recemos que la sociedad recupere una sabiduría para un uso responsable de la libertad que obtiene con los nuevos avances en la ciencia humana.

Finalmente, Padre Pío nota que la tristeza puede ser también un síntoma del orgullo. Cuando el ego se apropia demasiado a sí mismo, la persona presume que todo depende de ella. Consiguientemente, cuando algo no sale bien, piensa que todo está perdido. Se vuelve triste y enojado porque no pudo lo que pretendía. Puede ser testarudo y poco dócil a los consejos de los demás. En realidad, la persona apropiaba una habilidad que solamente pertenece
a Dios y olvidaba de que sin Dios no podemos hacer nada.

En resumen, en este año nuevo cada uno de nosotros tendremos que enfrentar la tristeza. Notando si uno la confronta desde los valores del mundo o desde la perspectiva del Reino de Dios, esto será fundamental en el sano manejo de esta tristeza. La tristeza nos puede tumbar o nos puede transformar y llevarnos a la compasión. Humildad y sinceridad frente a la tristeza proporcionan enlaces de amor y fidelidad entre personas, el uno con el otro. De esto se construye el Reino de Dios en el que hay un amor fecundo que engendra vida y borra la pérdida que fuera el origen de la tristeza. Además, las relaciones de amor y fidelidad que forjamos en esta vida no desaparecen con la muerte sino persisten y se completan en la unión mística que es el Cuerpo de Cristo. ¡Esto engendra una esperanza invencible!

Su servidor en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino