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Escrito por: Fray Guillermo Trauba OFMCap. 

· Artículos

Muy estimados Amigos de Padre Pío,

¡Paz y bien!

El mes de mayo es uno de los meses más hermosos del año. La nueva vida de la primavera resuena con la nueva vida de Jesús resucitado. Nuestra fe nos impacta revelando que la vida de Jesús resucitado nos tocará experimentar también, siendo nosotros hijos e hijas del mismo Padre. Apreciamos, más que nunca, la esperanza que esto engendra en nosotros y como impulsa que nos armonicemos con el canto de toda la creación en alabanza al Señor de la vida en esta florida temporada.

Además, que sus retoños de vida y belleza natural, el mes de mayo usualmente es un mes de muchas actividades y celebraciones. Con ello vienen frecuentes distracciones que desvían la vista interior de apreciar las bellezas sobrenaturales en favor de la belleza material y temporal. Nos distrae vivir en el Reino de Dios. Por esta razón Padre Pío aconseja a su hija espiritual, Rafaelina Cerase, sobre la necesidad de mantener a Cristo siempre presente. Sus consejos a ella están incluidos en su carta a ella escrita el 17 de diciembre de 1914:

Nunca te entregues con tu espíritu a tus trabajos o a otras acciones tan intensamente que llegues a perder la presencia de Dios. Para eso, te ruego que renueves con frecuencia la recta intención que has tenido desde el principio; que recites de vez en cuando las oraciones jaculatorias, que son como muchos dardos que van a herir el corazón de Dios y a obligarle, acéptame esta expresión que no es para nada exagerada en nuestro caso a obligarle, digo, a concedernos sus gracias y su ayuda en todo.

No te sientes a la mesa sin haber orado antes y haber pedido la ayuda divina, para que el alimento que con desgana vamos a tomar para alivio de nuestro cuerpo no haga daño a tu espíritu. Después, siéntate a la mesa procurándote algún pensamiento devoto, dándote cuenta de que está presente el Maestro divino con sus apóstoles santos en la última cena que tuvo con los suyos, al instituir el sacramento del altar. En resumen: esforcémonos para que la cena corporal nos sirva de preparación para la absolutamente divina de la santísima eucaristía.

Notamos dos enfoques de atención de parte de Padre Pío en sus consejos a Raffaelina. El primero y principal consejo es mantenerse presente ante Dios antes, durante, y después de cualquier actividad. Dado que Jesús mismo nos dijo que no podemos hacer nada sin él, este consejo nos asegura más fruto y rendimiento en nuestras acciones y proyectos. Nuestra vida está llena de distracciones, pero cada vez que perdemos la vista de Dios, o sea, olvidar de tomarlo en cuenta en nuestras decisiones, perdemos la oportunidad de santificar esta actividad. Santificar una actividad es dejar que Cristo nos aconseje y nos ayude en esta obra. Así, nuestra acción o proyecto será un medio a nuestra salvación y no un obstáculo.

El segundo consejo esta oculto pero es expresado en su uso de palabras que nos hace entender una actitud interior de santidad que Padre Pío llevaba continuamente. Al decir “no te sientes a la mesa sin haber orado antes y haber pedido la ayuda divina, para que el alimento que con desgana vas a tomar para alivio de nuestro cuerpo no haga daño a tu espíritu.” La actitud de tomar la comida para el cuerpo con “desgana” implica que Padre Pío reservaba su hambre por los alimentos del espíritu, los del banquete celestial. De ellos recibía el ímpetu de unirse a Dios. psicológicamente podemos pensar que Padre Pío estaba sublimando el amor “eros” en su afán de unirse a Dios. De hecho, su pensamiento es que la comida para alimentar el cuerpo debe servir como un sano medio de preparar el espíritu para el banquete celestial. Implicado también es que uno debe levantarse de la mesa con un poco de hambre, que resulta en consciencia de que la comida del cuerpo es incapaz de satisfacer el hambre del alma.

Entonces, en este mes de mayo estamos aconsejados a revisar nuestro foco de atención para que Dios sea siempre tomado en cuenta en nuestras actividades. Además, en las muchas comidas y fiestas de este mes, hay de recordar que la comida para el cuerpo es insípida en comparación a la comida para el alma. La primera engendra y sostiene una vida temporal y condicionada mientras que la comida espiritual engendra y sostiene la vida del Creador en nosotros, nos da la vida divina, la vida eterna. ¿Cuál comida entonces prefieres?, ¡porque la otra comida será para ti insípida! Sin embargo, la humildad nos hace consciencia de que necesitamos de las dos comidas. ¡Que sean debidamente complementarias para nuestro bien y plenitud!

Tu siervo en Cristo Jesús,

Fray Guillermo Trauba, capuchino